14.11.09

Sí, quiero

La forma más elegante de consentir una unión es el deseo previo. Hay intereses comunes, se presupone afecto entre las partes, y el medio es un fin en sí mismo.
Las empresas cortejan a los clientes con tarjetas de fidelizacion, clubs "privados" y otros piropos que promuevan aun más su amor único y exclusivo.
Los clientes, decidirán luego qué pretendiente es mejor para ellos, o si prefieren un menage à trois (o a cuatro... o incluso a diez).
Y en medio de esta orgía mercantil, la publicidad va perdiendo impacto. Ya nada nos sorprende y mucho menos nos convence. Pero...¿quedará alguien que quiera ver anuncios? Con el mercado saturado, la calle llena de anuncios por las paredes, el suelo, en el metro, ¿prestaremos atención a todos?
Obviamente no, porque en todo este bombardeo los clientes sólo reciben sin posibilidad a devolver el golpe. Pero, ¿qué ocurre cuando el cliente decide qué quiere?
Es el caso de Adagreed, que promueve el compromiso de los consumidores sin que el anunciante incordie sin su permiso. Algo así como ver publicidad voluntariamente (sin ir al baño) a cambio de regalos (más o menos suculentos).
El consumidor final cede su perfil, no su identidad (y para recibir dichos regalos deberá ser un perfil creible y REAL) y periódicamente se somete a sesiones de anuncios (controladas por el mismo Adagreed para no caer en el empacho) para luego dar su opinión al respecto.
Con lo que se demuestra que:
a) al consumidor no le disgusta la publicidad, sólo le molesta cuando no está preparado para ella.
b) al consumidor le encanta dar su opinión, cuanto más crítica, mejor.
c) TODOS los consumidores esperan una recompensa por un esfuerzo. Cuales perros de Paulov, no somos tan idiotas como para aguantar 10 minutos de promesas sin ningún premio a cambio.

Y con vuestro permiso, me marcho que acabo de oir una campanita.

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