17.1.10

Comportamientos

La pantalla retransmitía los pasos de la mujer al salir del portal. Pero el televisor estaba mal ajustado, y toda la escena se veía de un color gris molesto. El Controlador subió el contraste de la pantalla y amplió el zoom para encuadrar a la mujer en su paseo. Cuatro pasos, cuatro escalones, abrir la verja, dejarla abierta y saltar con la pierna derecha. Cien metros, saltarse el cruce en rojo y correr hacia la parada del autobús.
Todos los días, de lunes a viernes, a las 7:45 se repetía la misma película. Ella lo repetía, él la esperaba y ella volvía a repetirlo. El Controlador había calculado la longitud de sus pasos, su estatura y su velocidad. Su cuerpo respondía a una rutina casi perfecta, y cuando la veía muy cabizbaja, o cuando sus pasos se hacían más lentos hacía zoom en su cara para adivinar qué le pasaba.
Una mañana salió a las 7:50 del portal. El Controlador pensó que tendría que correr más de la cuenta esa mañana. Pero la mujer salió por el portal despacio, se palpó el bolso mientras caminaba, se paró antes de subir las escaleras y durante 3 minutos buscó y rebuscó algo en el bolso. Retrocedió y volvió a entrar en el portal.

El Controlador paró el vídeo,y apretó el botón de comportamiento extraño e imprimió el acta de intervención. Recogió los papeles, los ojeó por encima y salió de la sala de visionado. En 15 minutos estaba en el portal de la mujer. Esperó a que volviera a salir y se adelantó a su camino y le acercó los papeles grapados.

- Lo siento, ya sabes lo que hay.
- Sí, sí...- dijo de mala gana mientras firmaba el acta de intervención apoyada en su bolso.
- ¿Qué eran...las llaves?
- Las llaves - sonrió al Controlador y subió las escaleras de un salto.
Mientras se alejaba la mujer balanceando el bolso, el Controlador se sintió idiota allí parado y gritó:
- ¡Ya lo sabía!
- ¿Perdona? - La mujer se paró en seco, y retrocedió sobre sus pasos.
- Que ya sabía que eran las llaves. Cada 100 días se te olvidan las llaves. Es la cuota mínima para ser normal.

La mujer se quedó callada y finalmente admitió:
- Tenía miedo de que pensaras que no soy normal.

14.1.10

Desastre bobo

Que llueva en el Palau de la Música no es normal. Pero si toca Nacho Vegas, puede pasar que el agua empape las butacas y todo el público acabe hecho un desastre por su culpa.
Las canciones se pegan a los zapatos, te hacen quedarte quieto y sólo puedes balancearte en tu sitio. Pronto se te arrugan los dedos por tanta agua y te incomoda aplaudir por si interrumpes algo importante. La humedad entumece los huesos, por eso Nacho Vegas es lo más parecido a un maniquí con guitarra y sólo se despega del micro para beber (más) agua.
Las canciones van llenando más y más el Palau hasta que todos buceamos. Mirando el fondo de piedra tallada, uno se pregunta si realmente estarán debajo del agua y toda la banda serán algas moviéndose a la vez.
Y así pasaríamos horas, pero es complicado aguantar un concierto así y salir sano y salvo. Por eso las canciones tienen un final, y por eso hay que pasar algún tiempo sin escucharle para no volverse loco. Porque no es sano pasarlo mal, pero Nacho Vegas parece feliz.