14.1.10

Desastre bobo

Que llueva en el Palau de la Música no es normal. Pero si toca Nacho Vegas, puede pasar que el agua empape las butacas y todo el público acabe hecho un desastre por su culpa.
Las canciones se pegan a los zapatos, te hacen quedarte quieto y sólo puedes balancearte en tu sitio. Pronto se te arrugan los dedos por tanta agua y te incomoda aplaudir por si interrumpes algo importante. La humedad entumece los huesos, por eso Nacho Vegas es lo más parecido a un maniquí con guitarra y sólo se despega del micro para beber (más) agua.
Las canciones van llenando más y más el Palau hasta que todos buceamos. Mirando el fondo de piedra tallada, uno se pregunta si realmente estarán debajo del agua y toda la banda serán algas moviéndose a la vez.
Y así pasaríamos horas, pero es complicado aguantar un concierto así y salir sano y salvo. Por eso las canciones tienen un final, y por eso hay que pasar algún tiempo sin escucharle para no volverse loco. Porque no es sano pasarlo mal, pero Nacho Vegas parece feliz.





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