12 A.M. 27 de Agosto.
Plaza del Ayuntamiento de Tarazona - Zaragoza
Las agujas del reloj se funden en una sola y señalan el comienzo de la lluvia de tomates. La gente grita, está alterada. Todos miran hacia la fachada histórica tallada en piedra y ahora cubierta de plástico. Por las ventanas del ayuntamiento saludan los más limpios. Desde su posición privilegiada ven todos los tomates voladores, las botas de vino que se inclinan, y la ropa blanca que hace tiempo dejó de ser blanca.
Al fin se abren los portones del ayuntamiento y sale escurridiza una figura de colores que se pierde entre la marea de gente. Es el comienzo de la batalla campal. El Cipotegato desaparece pronto pero la lluvia de tomates continua. Los proyectiles a veces se estampan en el suelo y acaban triturados en la acera. Pero otras encuentran cabezas, ojos, narices despistadas que se llevan unas semillas de recuerdo. Ese el momento crucial. Como eres incapaz de identificar a quien te ha atacado, tienes que buscar otro objetivo, o echarlo a suertes. Pero siempre, siempre, encontrarás a alguien despistado.