11.12.10

Los del gallinero pueden aplaudir, los de los palcos basta con que hagan sonar sus joyas (J.Lennon)


Las consecuencias son inevitables

Así comenzaba Bunbury el pasado miércoles su concierto en el Liceu. Sin hacer ruido ni muchos aspavientos. Un inicio para pedir silencio (y permiso para cantar)

Pensando en todas las veces que lo he visto, creo que el primer concierto que escuché de él comenzaba dando la bienvenida al Club de los imposibles. Parece que ese club me traería consecuencias hasta hoy.
Será cuestión de tiempo, de edad y mucho oficio, pero los conciertos de Bunbury nunca defraudan.
Pueden ser en un estadio de fútbol, en una sala centenaria o en el Gran Teatro del Liceu. Todos los conciertos me recuerdan porqué me gusta tanto la música en directo.
La pasada noche, el Liceu fue el colofón de una gran temporada. Canciones que caen por goteo, sin prisa pero sin pausa. Cada vez mejor interpretadas y con giros nuevos para volver a escucharlas desde otra posición.
Por desgracia para el autor, ser genial ya no es una novedad.
Nos volveremos a ver, por si algún día canta la canción que nunca canta.