25.11.09

No signal

La primera vez que la pantalla se apagó, el silencio duró escasos dos segundos. La imagen reapareció pronto, tartamudeó unos momentos y todo volvió a la normalidad.
En esa misma semana, los cortes se repitieron en todos los canales. Siempre duraban tres o cuatro segundos, a veces más, pero nada que un toque en el lomo del descodificador no pudiera solucionar.
La familia vivía y disfrutaba de su televisor con gran entrega y devoción. Embelesados la miraban y la degustaban mientras desayunaban, comían y cenaban; hasta que aparecía otro corte. Entonces, se levantaba el padre, pasaba la mano por las zonas erógenas del televisor y provocaba que la imagen volviera tímidamente. Cuando no era suficiente con meter mano, la madre se levantaba y comenzaba a pasear por delante de la pantalla. Como una modelo profesional a veces se quedaba quieta como un maniquí y después volvía a repetir su danza de la lluvia hasta que todo volvía a la calma.
La imagen y el sonido volvían sumiendo a toda la familia en sus ruidos mientras les conducía con un largo balanceo hasta la hora de dormir.
Una mañana la televisión se despertó con el primer café con leche de la hija mayor y continuó encendida hasta la hora de la comida. Pero durante la siesta, con media familia dormitando en el sofá, comenzó el desastre. La pantalla comenzó a tartamudear, y se fundió a negro con otro No signal con letras brillantes.
El silencio duró dos minutos antes de que nadie se atreviera a romperlo. El padre carraspeó, la madre miró a su alrededor y se revolvió incómoda en el sofá. No tuvieron más remedio que mirarse el uno al otro para descubrir que hacía muchos telediarios que no se querían.

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